¿De qué tratan los libros?

Todos los autores se preguntan cómo se crea el argumento de un libro. Hilan cabos, sacan conclusiones, profundizan en sus sentimientos y al final, parece que la novela va a tratar sobre algo más de lo que trata la vida. Hay libros para leer en domingo que funcionan casi igual que una discusión o que un problema, que funcionan como una ruptura o una muerte, dejándote una extraña huella. Hay otros que, como plumas, ni nos rozan, incapaces de crear interés, pero supongo que es una suerte que sigan existiendo. Pero todo esto que digo son florituras, y la auténtica, la imborrable pregunta es la siguiente: ¿sobre qué tratan los libros?

Querido Fiodor, ante todo el argumento

Un argumento es una idea, una referencia, una hoja de ruta. Es una respuesta sobre algo que, de entrada, nadie se había preguntado nunca. A veces parece que esa idea tiene que funcionar como una llave, es decir: ser utilizada para abrir misteriosos y extraños cofres en cuyo interior, sin ninguna duda, se guarda algo muy similar a la clave última de la vida. Creo que enfocar así un argumento implica defraudar.

Nadie sabe cómo se hace un argumento mejor que un cómico (en mi opinión). Se trata de hablar sobre algo manido, recurrente, de todos los días. Pero que repentinamente resulte interesante.

Distintos libros para leer

Hay libros que sirven para distraer, otros para imaginar, otros para hacer reír y muchos de ellos, por qué no decirlo, para aburrir. Ninguno cura el alma porque ninguno- por sí solo- puede hacerlo. Por muy profundo que te toque, no todos son capaces de hacer eso con todo el mundo. No hay un solo libro que pueda tocarnos a todos, a mí incluido, eliminando nuestras dudas existenciales.

Si algo mina todo lo bueno y puro que tiene la literatura son esos autores pretenciosos, que imbuidos en un halo mágico creen tener capacidad de explicar a sus ignorantes lectores el sentido último de la existencia. Al final y por suerte esa gente termina derrumbándose bajo su propio peso, y es que la imagen del escritor gurú siempre ha sido peligrosa.

Si Salinger acabó recluido fue porque, con fervorosa admiración, locos de todas partes del país viajaban hasta su cabaña para acosarle y pedirle solución a sus problemas. Como si él fuese algo. Como si él fuese alguien. Cuando lo que hizo, lo que escribió, no fue una guía de cómo vivir sino de cómo confesarse.

En conclusión, solo la creatividad tiene la última palabra. Nadie sabe cómo se hace el argumento de un libro porque no siempre hay un proceso claro para generar ideas. Supongo que la cosa va de que ese montón de palabras signifique lo que sea para quien sea.

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